lunes, diciembre 05, 2011

Paradojas

"La muerte es parte de la vida" enuncia una versión de sobremesa de la filosofía existencialista, que todos fingimos compartir como un modo torpemente elegante de resignarnos ante lo inevitable. El detalle que nuestra dignidad omite es que esa afirmación está muy lejos de ser cierta: la muerte natural es un invento relativamente reciente en la historia de la vida, y aún hoy la mayor parte de los seres que viven sobre el planeta son virtualmente inmortales.

La vida apareció sobre la tierra hace unos 3500 millones de años, casi tan pronto como pudo una vez que el planeta estuvo lo bastante frío para contener agua líquida. Se discute si primero aparecieron moléculas autoreplicantes del tipo del ARN, las cuales aprovechaban los materiales y la energía del entorno para fabricar copias de sí mismas, y que eventualmente terminaron desarrollando burbujas a su alrededor para conformar las unidades metabólicas que hoy llamamos "organismos", o si en cambio aparecieron primero ciertos procesos metabólicos capaces de generar burbujas con un tiempo de existencia lo bastante largo, las cuales posteriormente aprendieron a transcribir su estructura mediante un código químico memorizado en el ARN.

En cualquier caso, durante las etapas inicales de la biósfera, los únicos organismos existentes en la tierra fueron organismos unicelulares, máquinas biológicas consistentes en una burbuja en cuyo interior tiene lugar el metabolismo, con una pared lo bastante resistente como para protegerse de los embates del entorno y permeable para las sustancias nutrientes, y cuyo diseño básico se almacena en una molécula complicada autoreplicante. Cuando la burbuja acumula el material suficiente, y las moléculas autoreplicantes se han duplicado, la pared se extiende hacia adentro para dividir la burbuja en dos mitades, las cuales se separan dando lugar a dos organismos.

Lo remarcable del proceso de reproducción arriba descripto, es que al dar origen a dos organismos "hijos", el organismo "madre" se transforma en ellos, pasándoles la limitada experiencia vital que su sencilla estructura pudo acumular. Por lo tanto, es correcto decir que un ser unicelular no experimenta jamás el proceso de desaparición física que llamamos muerte. Ese tipo de "vida eterna" tuvo lugar con exclusividad durante casi tres cuartas partes de la historia de la vida, y aún hoy la enorme mayoría de las especies vivas sobre la tierra son organismos de este tipo, que solo mueren por depredación o accidente.

Hace unos 600 millones de años tuvo lugar lo que se conoce como "explosión cámbrica", una relativamente repentina aparición de seres multicelulares complejos en el registro fósil. Estos seres, que ya pueden claramente ser llamados "animales", muestran una complejidad notablemente superior a la de los seres unicelulares. En particular, son capaces de reproducción sexual, proceso en el cual uno o varios progenitores usan su material genético para construir un nuevo ser, el cual luego desarrollará su existencia de modo independiente. Dado que después de la reproducción el material genético se encuentra  a salvo en el descendiente, lo que le suceda al progenitor es irrlevante desde un punto de vista evolutivo. Es por eso que, si bien el complejo cuerpo multicelular de tales animales sufre eventualmente alguna falla irreversible que les causa la muerte, tal defecto no constituye una desventaja selectiva.

De hecho, allí está la razon por la que nuestros cuerpos envejecen: una vez pasada la edad reproductiva, el que se activen genes destructivos para nuestros cuerpos ya no es perjudicial para la supervivencia de nuestro ADN, el cual se encuentra a salvo en el cuerpo de nuestros hijos. Tal activación puede incluso hasta ser positiva en contextos de escasez, al quedar disponibles para la descendencia los recursos liberados por la desparición física del progenitor. Es decir que la reproducción sexual transformó a la muerte natural en una ventaja selectiva. En más de un sentido, es correcto decir que la muerte natural apareció en el mundo junto con la sexualidad, y que es inseparable de ella.

Inseparables de la sexualidad son tambien el amor por nuestras parejas y por nuestros hijos, la ansiedad ante los cambios futuros y su capacidad para desenvolverse en ellos, y la pulsión por compartir nuestras experiencias con el mayor número posible de nuestros descendientes. En otras palabras, todas las razones por las que no queremos morir.

Y esta es, si se me permite, la gran paradoja de la existencia: las razones por las que queremos seguir vivos son consecuencias de la misma ventaja adaptativa que hizo natural e incluso necesaria nuestra muerte.


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(*) La crítica de este post por amateur se cae de madura, no soy biólogo y a mucho de lo que aquí se dice accedí a traves del deformante cristal divulgativo. Por tanto, precisiones o correcciones son bienvenidas.

4 comentarios:

  1. Medite un poco más sobre el asunto de la multicelularidad con este paper. O, si prefiere, remítase a los comentarios irresponsables y oportunistas de este delincuente.

    En cualquier caso, quédese rascándose el mate como uno que conozco.

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  2. Correcto. Una paradoja muy cierta la que mentas. Y también muy cierto pero que muy cierto el que "La muerte es parte de la vida" enuncia una versión de sobremesa de la filosofía existencialista, una irritante versión pret-a-portér que, en el fondo, así dicha, no repercute en lo más mínimo en nuestras acciones diarias.

    Precisamente una vez escribí un microdiálogo ficticio (también un post) donde lo interesante era enunciar que la muerte es una consecuencia directa de nuestro desalojo continuo de entropía, mejor dicho, y empezando con la tesis de Rolf Landauer, la cual, enuncia que lo que tiene que hacer el Demonio de Maxwell NO "trata sólo de medir y clasificar uno o dos átomos en la cámara, sino de observar y comprobar cantidades ingentes de átomos, y eso significa que precisa una memoria igual de gigantesca, un volumen de almacenamiento que, con toda seguridad, la hará enseguida mayor que el dispositivo entero, y así completamente sin valor, consecuentemente, junto a su tarea de obtener información, el demonio ha de llevar a cabo una tarea aún más importante, eliminar información"; de ahí se sigue, se entiende, que cuando oímos de organismos como la Turritopsis nutricola (una hidromedusa que tiene la fantástica capacidad de revertir su estado adulto y convertirse de nuevo en pólipo pero que al hacerlo logra una completa vuelta a la infancia) como seres capaces de sortear a la muerte; lo que en el fondo hemos conseguido a cambio de mortandad, es una memoria unitaria y compacta correlacionada con nuestra estructura biológica, o sea, una identidad con nombre propio.

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  3. Peste

    Una hipótesis más que interesante, la verdad. Supongo que conoce esta historia, o esta otra. En esa línea, alguno propuso reclasificar las muestras de tejido HeLa como una nueva especie (aca).

    Héctor:

    Es interesante lo que decís, parece claro que con la reproducción sexual también nació la individualidad, poco puede tener de identidad personal un organismo que se reproduzca por fisión, quien guarda entre sus experiencias las de todos sus antecesores, los cuales nunca fueron otro ser sino él mismo.

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  4. muy basico lo que voy a decir pero en estos dias me preguntaba si la idea de "reencarnar" no estara mas ligada al paso de nuestro ADN hacia los hijos.. seria como reencarnar hacia delante, en vez de volver a este planeta y meter un supuesto fragmento de consciencia separado de la "fuente" en un nuevo cuerpo, desde el punto de vista espiritual o algo similar creo.. para poublicar el comentario me pide que escriba dos palabras para "comprobar que soy una persona real"..

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