domingo, julio 21, 2019

Espías en la selección de Camerún


Hagamos un experimento sociofutbolístico.

Supongamos que, en su ambición de conquistar el mundo, la dictadora del malvado partido único del colectivismo comunista de Corea del Norte infiltra la selección de la democrática, floreciente y capitalista República de Camerún. Mediante inteligentes maniobras de inteligencia, logran subrepticiamente y sin que nadie lo note acomodar a once espías coreanos como titulares en la selección africana.




Sospechando algo, el DT de Camerún decide mezclar a los once suplentes, todos africanos, con los titulares, para luego seleccionar al azar la nueva formación del equipo ¿Cuantos agentes coreanos quedaron ahora en la cancha? Un cálculo sencillo nos dice que, en promedio, hay unos cinco o seis asiáticos entre los nuevos once titulares.

Aún preocupado por los posibles infiltrados, el DT decide repetir el procedimiento. Agrega once suplentes africanos, los mezcla con los titulares, y selecciona al azar a los nuevos once jugadores que jugarán el partido. En esta segunda selección quedarán en promedio sólo uno o dos agentes comunistas entre los miembros de la escuadra verde.




Habiéndose formado en las inferiores de un equipo del Conurbano, el DT de Camerun sabe ser suspicaz. Así que repite el procedimiento varias veces más. ¿Cuántos coreanos quedan ahora? Probablemente ninguno ¿verdad? Casi con seguridad tenemos una selección completamente africana, sin un solo villano comunista infiltrado.

El único efecto que el intento de copamiento maoista podría tener en esta nueva selección de Camerún es, tal vez, haberle dejado alguna herencia. Algo de su juego, alguna puteada en su idioma, no mucho más. Si los nuevos integrantes africanos fueran incapaces de recordar nada de lo que pasaba mientras la selección estuvo infiltrada por coreanos, entonces es lo mismo que nunca lo hubiera estado.

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Un medicamento homeopático es como la selección de Camerún: empezó siendo un veneno, pero se lo diluyó repetidamente hasta que no quedo nada de él, tantas veces que ahora es sólo agua. Y el agua no tiene memoria alguna de aquéllo que tuvo disuelto en el pasado. Luego la homeopatía no puede tener otro efecto que el que pueda tener el agua. Esto es simple sentido común. Pero si no alcanzara, hay además muchos experimentos de tipo doble ciegos que muestran que los medicamentos homeopaticos no tienen efectos sobre la salud.




Tener una mente abierta es, antes que nada, usarla. No apelar a mecanismos ocultos e inescrutables o a conocimientos y erudiciones sacerdotales. Eso es pensamiento mágico.

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