(venimos de acá)
La sede: escribimos no menos de ocho solicitudes para diferentes sedes donde realizar la conferencia. La mayoría recibieron respuestas negativas, algunas con ribetes costumbristas destacables.
La sede: escribimos no menos de ocho solicitudes para diferentes sedes donde realizar la conferencia. La mayoría recibieron respuestas negativas, algunas con ribetes costumbristas destacables.
- Salón del Olorable Consejo Superior de la Universidad: nos autorizaron a usar del salón, no sin antes aclararnos informalmente que por tratarse de vacaciones de invierno, deberíamos pagar una comisión a los no-docentes encargados del edificio en esos días, que abrirían las puertas y limpiarían los baños, obviando el hecho evidente de que esas personas cobran un sueldo por hacer precisamente eso. Con larga experiencia en la coima académica, incluso nos aconsejaron el encuadrar ese dinero en el rubro “viáticos”, lo que nos facilitaría el uso de los subsidios para pagarlo.... En fin, enemigos míos aranceleros, aquí tienen un argumento más para privatizar la universidad: en cualquier empresa privada a esos corruptos hijos de puta se los raja con un llamado telefónico, nosotros ni siquiera podemos sumariarlos por falta de pruebas.
- Salon céntrico municipal: de acuerdo a lo que nos explicaron debíamos hacer, presentamos una solicitud formal por mesa de entradas que sería respondida en unas dos semanas. Como descubrimos cuando nos cansamos de esperar tal respuesta, la solicitud nunca llegó a la señora secretaria encargada de responderla, quien si bien jamás leyó el detalle del pedido, sumariamente y de palabra descartó la posibilidad de dejarnos usar el salón que mantenemos con nuestros impuestos. Moraleja: como cualquier objeto sobre la tierra, las solicitudes en la administración municipal cumplen la ley de gravedad, y van siempre desde arriba hacia abajo. Si uno quiere que el responsable de determinada área las reciba y les preste alguna atención, la única posibilidad es depositarlas en manos de alguien en posición superior.
- Salon del Colegio de Abogados: una cadena de contactos sólo posible en un pueblo grande como este, nos abrió la posibilidad de utilizar el muy paquete salón que el Colegio de Abogados tiene en el centro de la ciudad. En una primera entrevista concertamos con el personal de maestranza a cargo del salón la apertura y mantenimiento del mismo durante la conferencia, y confirmamos que si bien la misma se realizaba en plena feria judicial, eso no encarnaba niungún problema ya que el personal asiste a trabajar normalmente durante ese período. Luego de una pequeña dificultad con el técnico del sonido, quien pretendía inicialmente cobrar por diez días lo mismo que yo gano en dos meses, pero que demostró una notable buena voluntad para flexibilizar sus precios, nos dimos por decididos. Cual no sería mi sorpresa cuando, al reunirme con el secretario administrativo del colegio para ultimar detalles, me vi víctima de algo sólo calificable como un apriete mafioso. Con la excusa de pagar al personal de maestranza las horas extras el joven cuervo pretendía mutar a buitre y llevarse unas cinco luquitas entre sus garras carroñeras. Hacia tiempo que no pasaba por una conversación tan desagradable, que por una vez me dejó sin palabras y ansiando huir de allí lo más rápido posible.
- Departamento de Física: finalmente decidimos hacerlo en nuestra casa, decisión que lejos de simplificar el problema, lo complicó a niveles inesperados. El anfiteatro es oscuro como una boca de lobo con gripe, porque la mayoría de las lamparitas están quemadas, y los responsables de mantenimiento se niegan a reemplazarlas con el argumento de que no tienen escaleras. El auditorio para doscienteas personas está calefaccionado por un Eskabe del tamaño del que tengo en el living de casa, y aunque sea bien sabido que en invierno allí se crían osos polares, a ninguno de los responsables se le pasó por la cabeza reactivar o cambiar la antigua caldera. Los dos bañitos modestos están roñosos como los meaderos de Retiro, porque la limpieza está a cargo de una empresa privada cuyo contrato que nadie conoce, formada por ex-no-docentes a quienes que rajaron por atorrantes. Uno de los inodoros está roto, problema que el responsable resolvió cubriéndolo prolijamente con una bolsa de consorcio. Otro de los inodoros tocaba la correspondiente puerta, algo que la misma mente iluminada resolvió con un serrucho, cortando una muesca en la puerta del tamaño de una pelota de fútbol. Faltan las tapas de todas las rejillas, por lo que los flujos de aguas varias se pueden observar en tiempo real. Esas reparaciones requieren que un pilón de formularios con decenas de firmas lleguen a través de los vericuetos administrativos al escritorio del personal de mantenimiento, donde se pondrán amarillos esperando a que alguien lo lea o a que, ayudada por la mano de algún organizador furiuoso, la cara del responsable se estrelle contra las letras.
- Ni siquiera es fácil tomar el toro por las astas y acometer la reparación privadamente. Las personas con algún nivel de responsabilidad académica huyen aterradas ante nuestra propuesta de hacer las reparaciones con nuestras propias manos, o con nuestros propios bolsillos. Argumentando que “el sindicato no-decente se va a alterar”, que “la aseguradora de riesgos laborales puede negarse a pagar un eventual accidente”, que “las directivas sobre el edificio son estrictas”, y mil estupideces más que básicamente se resumen en que toda acción involucra un riesgo que no quieren tomar. Es increible como los puestos de responsabilidad son ocupados por personas cuya principal preocupación y más entrenada aptitud es la cuidarse el propio culo. A pesar de todo e ignorando tales admoniciones, este servidor ha representado durante el último mes el papel de electricista, sonidista, carpintero, pintor y plomero de nuestra querida casa de estudios, lo que le ha valido la admiración y respeto de unos pocos y el desprecio mediocre de otros varios. Paralelamente, ha perfeccionado el arte de amenzar con sumarios a un nivel tan refinado, que en el día de la fechas logró que se reponga el papel higiénico sólo quince minutos después de pedirlo, lo que involucra una mejora notable respecto de los históricos dos meses.